En el útero se da el proceso de osificación, que consiste en la formación de cartílagos gracias al calcio y otras sales que les van dando consistencia hasta convertirlos en huesos.
Al nacer, el hueso está casi formado excepto en sus extremos que tiene el cartílago de crecimiento, que irá madurando y endureciéndose pero permite que el individuo crezca y se alargue casi hasta los 20 años.
Por esa razón, cuando el cuerpo humano está en su etapa inicial tiene casi 350 huesos, cantidad que disminuye en su etapa adulta, hasta las 206 unidades, limitando el cartílago a las orejas y la punta de la nariz.
En este proceso intervienen 2 tipos de células óseas:
Osteoblastos: células que llevan el calcio a los huesos para formar el tejido óseo, son los dominantes en la etapa más joven del cuerpo humano y tienen un papel fundamental tanto en evitar fracturas como en la cura de las mismas.
Osteoclastos: células que reabsorben ese calcio pero de forma controlada para que no exceda su tamaño. Son protagonistas en la etapa de envejecimiento u osteoporosis de los huesos, aumentan su fragilidad y quebrantabilidad, por lo que en etapas anteriores es trascendental acumular suficiente calcio y minimizar sus efectos.
Por otro lado, los huesos pueden clasificarse en huesos cortos y huesos largos, y será éste proceso de osificación el que determine sus partes.